Cuando salió el sol, se dio cuenta de que el cuerpo que estaba al lado pertenecía a la persona más básica que conoció. El perfume ya no era el mismo, ni lo era el color del pelo, ni la textura de la piel de la frente. Sintió vergüenza de las mil veces que recorrió el camino de sus cejas con la yema del dedo. De las veces que le prestó la risa en la ducha.
No supo si culparse o culparlo. Si condenarse o condenarlo. Después de todo, la culpa era compartida.
Enter the void
Hace 5 años
2 comentarios:
exquisito como siempre, incendiario.
graciaa. a mi tambien me gusta. es el riesgo de ser autobiografico, a veces.
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